sábado, 17 de febrero de 2024

El poder de la Coma


El poder de la coma
Por Dra. Valeria Matzkin 
Es comun la confusion sobre estas frases y la diferencia es el lugar de la coma. 

No, espere para comer
No espere para comer

Vamos a comer, poco puedo esperar
Vamos a comer poco

No queremos comer
No, queremos comer

No coma a moderación
No, coma a moderación

Si entendemos la función de la coma como pausa, nos relacionaríamos mejor con la comida. El poder de las palabras y de los signos de puntuación y entonación se traduce en nuestras conductas. Demos tiempo a la pausa, a los silencios, a procesar el pensamiento para poder tomar decisiones adecuadas para nuestra salud. 

Tolerar la frustacion de no tener todo de inmediato. Poder esperar el comer hasta poner la mesa y sentarse, antes que picotear alimentos cocinando o comer rumbo a la casa o fuera de los horarios de las comidas. 

El que sabe comer sabe esperar. 












Dichos y mas dichos

Dichos y mas dichos

Dra. Valeria Matzkin

Lo que decimos de la comida manifiestan los modos que nos relacionamos con ella. Cuando los usamos? Que evocamos? Que comunicamos?

Engordar el caldo
Era un fiambre
Mas sucio que una papa
Para hacer un omelete necesitamos romper los huevos
En todas partes se cocen habas
Una cosa es tener pasta y otra cosa es que a uno lo tomen para el fideo
Me come con los ojos
Estaba en mi salsa
Se me hizo carne
No poner todos los huevos en la misma bolsa
No tener pelos en la lengua
Me saque un peso de encima
La verdad de la milanesa


PENSAMIENTOS DE COMIDA RELACIONADOS CON LA PALABRA
No pudo (meter un bocadito) poner un bocado
Me tragué todo
Me lo tomo todo Light
Era como un tanque no paraba
Cocerte la boca
Seguir la línea
Me vino bomba
A mis anchas
Me di un gustito--- Fue un Gusto
Sácale Jugo
Una porción de la torta 
Me lo tomo con soda
Me trague un escalón
Está muy en boca
Se pasó de boca en boca
Lamerse con gusto
Como agua y aceite no se mezclan
Me dejó de galleta
Los veo hasta en la sopa
Me alcanza y me sobra
Como con los ojos. Me como todo
Creer o reventar
Me morfo el enojo

De lo no dicho que se carga y desdibuja con la palabra. Lo no dicho implica la ilusión de lo que no existente, la ilusion. Las palabras que se guardan cuando deberían no guardarse, pesan y enferman y engordamos... y si arriba de la mochila hay censura se REvienta.





















Cuerpos como objetos




Le Breton nos menciona: “El hombre alimenta con su cuerpo, percibido como su mejor valor, una relación maternal de tiernos cuidados, de la que extrae, al mismo tiempo, un beneficio narcisista y social, pues sabe que a partir de él, en ciertos ámbitos, se establece el juicio de los demás” (Le Breton 2002: 82-83). 



miércoles, 29 de julio de 2020

Clasificación de alimentos según el sistema NOVA


El sistema NOVA un método sencillo para acercarnos a la alimentación saludable. Fue diseñado por la Escuela de Salud Publica de la Universidad de Sao Paulo y brinda información visual que es de fácil entendimiento y tiene un gran poder educativo. Esta propuesta de clasificación de los alimentos toma en cuenta las implicaciones para la promoción de la salud y el bienestar de la población y reconoce los factores sociales, políticos y económicos que influyen en los sistemas alimentarios, el cambio de la comprensión pública de lo que es la alimentación saludable, factor clave en el aumento mundial de la obesidad y las Enfermedades Crónicas no Transmisibles (diabetes, enfermedades cardiovasculares, cáncer, entre otras).

NOVA alimentos en base a su grado de procesamiento.  Categoriza a los alimentos de acuerdo a su grado de procesamiento: desde los menos procesados, como pueden ser los tomates frescos, a los ultraprocesados como por ejemplo los paquetes de papas fritas. 

La clasificación NOVA divide a los alimentos en 4 grupos: Grupo 1 - Alimentos sin procesar o mínimamente procesados. Grupo 2 - Alimentos culinarios procesados. Grupo 3 - Alimentos procesados y Grupo 4 - Productos ultraprocesados.


1. Alimentos sin procesar o mínimamente procesados 
Son alimentos sin procesar que se modifican de maneras que no agregan ni introducen ninguna sustancia nueva, como grasas, azucares o sal, pero que pueden implicar que se eliminen ciertas partes del alimento. 

2. Alimentos culinarios procesados
Son sustancias extraídas y purificadas por la industria a partir de componentes de los alimentos u obtenidas de la naturaleza. Estas sustancias por lo general no se consumen solas. 


3. Alimentos procesados 
Se elaboran al agregar grasas, aceites, azucares y sal y otros ingredientes culinarios a los alimentos mínimamente procesados, para hacerlos mas duraderos y por lo general mas sabrosos. Estos tipos de alimentos incluye panes y quesos, mariscos y carnes saladas y curadas y frutas, legumbres y verduras en conserva. 

4. Productos ultraprocesados
Son formulaciones industriales elaboradas a partir de sustancias derivadas de los alimentos o sintetizadas de otras fuentes orgánicos. En sus formas actuales, son inventos de la ciencia y la tecnología de los alimentos industriales modernos. La mayoría de estos productos contienen pocos alimentos enteros o ninguno. Se ofrecen listos para consumir o para calentar y por ende requieren poca o nula preparación culinaria. Son comestibles. 


Según NOVA, para una alimentación saludable los alimentos del grupo 1 tendrían que constituir la parte principal de una alimentación saludable, especialmente los vegetales. Usar los alimentos del grupo 2 con moderación, controlar la presencia de los procesados y limitar los ultraprocesados. En síntesis, fomenta el consumo de alimentos naturales, como los encontramos en la naturaleza, y transmite que lo hecho en casa es siempre superior que lo comprado, ya que se puede controlar la cantidad, variedad y calidad de los ingredientes y los procesos a los cuales los alimentos son sometidos. 

Implicaciones de los productos ultra-procesados Varias características nutricionales, metabólicas, sociales, económicas y ambientales de los productos ultraprocesados afectan la salud. A continuación las principales razones: 
1. Son nutricionalmente desequilibrados. En general altos en grasas saturadas y/o “trans”, azúcar, sal y escasos en fibra dietética y otros compuestos bioactivos. Además la seguridad de varios aditivos utilizados en su formulación es desconocida o controversial. 
2. Son de alta densidad energética, debido a las características calóricas de sus ingredientes principales y a la falta de fibra y agua en su composición. 
3. Puedan crear hábitos de consumo y adicción. Sus ingredientes y formulación son susceptibles de trastornar los procesos endógenos del sistema digestivo y del cerebro que controlan la saciedad y el apetito. 
4. Son fáciles de consumir por lo que pueden fácilmente desplazar comidas y platos preparados a partir de alimentos que son nutritivos. 
5. Muchos productos ultraprocesados se promueven y se ofrecen por mecanismos que son engañosos, pretendiendo imitar a los alimentos naturales o platos tradicionales, usando aditivos que reproducen aromas, sabores y colores. Por otra parte, a menudo estos productos se publicitan con imágenes y mensajes en la etiqueta o publicidad, para atraer consumidores. 
6. Muchos productos ultraprocesados crean una falsa impresión de ser saludables, mediante la adición de vitaminas sintéticas, minerales y otros compuestos, lo que permite a los fabricantes hacer ‘alegaciones de salud’, que son falsas. 
7. La mayoría de estos productos son altamente rentables porque son producidos por empresas transnacionales y otras grandes corporaciones que operan economías de escala, comprando o manufacturando a precios muy bajos los ingredientes de su composición. Las apreciables ganancias obtenidas son parcialmente invertidas en propaganda y mercadeo con el objetivo de tornar estos productos más atractivos y hasta glamorosos, especialmente para los consumidores vulnerables, como los niños y los jóvenes. 



miércoles, 25 de marzo de 2020

La fragmentacion del tiempo en los Trastornos Alimentarios


La fragmentación del tiempo en los Trastornos Alimentarios 



Autora: Valeria Matzkin

El tiempo es una ilusión (Albert Einstein)


Este articulo despliega la idea que en los trastornos de la conducta alimentaria se pone en juego un dilema filosófico: la experiencia del tiempo. Esta colisión con el tiempo se debe a que el pasado es algo que ya no existe, el futuro algo que vendrá y el presente se escurre, transformándose en un recuerdo, es decir en pasado.


Ponerse en forma o estar en forma es una metáfora que pondría en equivalencia la realidad psíquica (identidad) y a la realidad física (forma del cuerpo). Una necesidad continua de construcción personal que acompaña a la angustia del inexorable paso del tiempo (que se torna descontrolado o demasiado tarde) y la ansiedad sobre la incertidumbre del futuro (tiempo perdido o inminente). 


El presente se impone en persona y se vive el tiempo como una urgencia, con la dificultad de identificar que siente y necesita el cuerpo. Todo mensaje corporal (como el crujido del estomago, el hambre) se le teme, al ser tildado como un violento iniciador de descontrol. 

La experiencia del paso del tiempo es una inevitable entropía sin forma. La preocupación que algo en el futuro ira a comprometer el auto-control del cuerpo pone en evidencia un fenómeno que lo podemos definir como existensiofobia. Miedo irracional a existir, a cambiar, al devenir, a la transFormación. El horror de que algo de lo inesperado, en una dimensión involuntaria, emerja del cuerpo; un impulso, un deseo, una emoción. Y el espantoso malestar de que en un abrir y cerrar de ojos la dimensión involuntaria del cuerpo colisionara con la realidad. 

La fragmentación del tiempo en los trastornos alimentarios simula la digitalización del cuerpo, es decir, es a través de las mediciones del peso, la forma del cuerpo, las miradas repetidas en los espejos, las cuentas de calorías, la lectura de las etiquetas, la hiperactividad física, que se logra calmar al cuerpo. Esta digitalización reduce la ansiedad que se experimenta con el transcurso del  tiempo. El propósito es optimizar el uso del tiempo y adquirir el control mas efectivo del mismo. La idea Galileana de todo es digital y que los números son la medida de todo y una forma de monitoreo y control de la existencia. Las unidades de medida son los segundos, minutos, horas, días años, siglos, milenios etc. El tiempo no es pensado como una sucesión de eventos, sino que fragmentado en pequeñas y numerables unidades. 


Un día se ve flaca, al otro día gorda. Pasa largas horas en el espejo chequeando su cuerpo y las porciones de alimentos para mantener un sentido de continuidad del tiempo. Las medidas de su cuerpo definen las dimensiones de su ser. Las restricciones alimentarias, son en los casos de Anorexia Nerviosa, una forma de lograr un peso ideal que posibilitará la estabilidad de la identidad. El tiempo nunca alcanza y es adverso en la búsqueda de la delgadez. El control del cuerpo es la lucha contra el tiempo. 


Las rutinas que se ponen en juego en la digilitización giran en tornos a la grasa corporal, el apetito y su valor moral. Ritualizaciones tales como hacer dieta, inducirse el vomito, hiperactividad representan la forma de obtener control y definirse a si mismo. Los rituales son defensas o modos de compensar anomalías existenciales, una forma de vivir.  Cuando los rituales se interrumpen precipita el vacío y la indefinición; experiencias fallidas, el fiasco, la baja autoestima.


Fenómeno Primario: 

Naturalidad de la experiencia. Irrupción de sensaciones corporales. Ansiedad.
...-Después que me quedo sola, como hasta que reviento-
...-Entro en pánico cuando no controlo lo que siento y busco a mi vieja amiga: la comida-


Fenómeno Secundario:
Ritualización y digitalización.
...-Ahora sé como comer! Masticar 30 veces por bocado, dividir la comida en pequeñas porciones, entonces parece que es mas!-
...-Como una o dos manzanas al día-
...-Me gustaría ser talle 8-
...-30.000 pasos son 20 km, 1km es 80 kcal. Puedo quemar 1600 kcal en menos de 2 hs...-



Bibliografia: 
Stanghellini G. For an anthropology of eating disorders. A pornographic vision of the self, 2013. 

Luigi Onnis El tiempo congelado: Anorexia y bulimia entre individuo, familia y sociedad, 2015 



miércoles, 22 de mayo de 2019


Mitos sobre los alimentos dietéticos


Introducción
La cultura actual está plagada de oferta de dietas, tratamientos estéticos, drogas para adelgazar, máquinas de ejercicios etc. A su vez, el alimento se impone como un bien más de consumo, manipulado por la industria alimentaria. Lanzan al mercado alimentos novedosos, coloridos, empaquetados, con mayor tiempo de conservación, con propiedades nutricionales específicas. El marketing está dirigido a poblaciones determinadas: niños, adolescentes, adultos, tercera edad, etc.

Un mito es un relato tradicional que evoca una historia imaginaria y que altera las verdaderas cualidades de una persona o de una cosa, dándoles mayor valor del que tienen en realidad. Los mitos forman parte del sistema de creencias de una cultura o de una comunidad, la cual los considera historias auténticas. Muchos de los mitos alimentarios que  las personas consideran verdaderos carecen de fundamento científico.

En la Argentina se ha visto incrementado notablemente el consumo de alimentos dietéticos asociado con la promoción del adelgazamiento (Gioberchio, 2007).Este texto tiene como objetivo reflexionar sobre la información que circula en la media y en el saber popular sobre los alimentos dietéticos. Asimismo, se propone confrontar los mitos con evidencia científica a fin de obtener conclusiones de los beneficios o detrimentos de su consumo.

Desarrollo
Existe el mito que lo dietético no engorda. El Código Alimentario Nacional describe a un producto dietético como aquél al cual se le ha quitado o agregado algún componente, por ejemplo se substrae sodio, se adiciona salvado o gluten. Por otro lado, éstos se confunden con los productos light que son aquellos a los que se ha reducido calorías respecto a su versión original (como mínimo 30%) y por lo tanto, pueden ayudar a llevar una dieta de adelgazamiento. Sin embargo, dichos alimentos igualmente aportan calorías por lo que un abuso de los mismos, también puede producir un aumento de peso. Un trabajo de investigación demostró que más del 80% de las mujeres  encuestadas, no tenían en claro el significado de “Light” y el 86% no sabía la diferencia entre “Light” y “Diet”, en tanto que la mitad de las encuestadas, manifestaron que consumían productos light con la intención de adelgazar (Escudero, 2009).

Los alimentos suelen categorizarse, de forma extremista, en buenos y malos; permitidos y prohibidos, dietéticos y caloríficos. En materia alimentaria, todo lo que se prohíbe se anhela o todo lo que se reprime se desea (Freud, 1900) y cualquier exceso se vivencia como infracción. Para ejemplificar, se eliminan totalmente de la dieta ciertos alimentos, como los dulces, y se desean constantemente durante ese lapso.

Las dietas van generalmente acompañadas por la ingesta de alimentos dietéticos, bajo en calorías, hipograsos, reducidos en azúcar, etc. Estos alimentos juegan una encrucijada psicológica y muchos piensan que se pueden comer libremente. La dieta puede alterar la actitud con la que normalmente una persona se relaciona con la comida. Los dietantes habituales usualmente se relajan cuando se ofrecen productos dietéticos y hasta pueden comer el equivalente o más del mismo producto no dietético. Podría entonces pensarse aceptable la ingesta de un paquete de galletitas de salvado, gratificación que no se lo permitirían con galletitas blancas. Incluso se ha descripto la obsesión por la ingesta de sólo alimentos dietéticos como parte de un trastorno alimentario llamado ortorexia.

Por otro lado, existe evidencia biológica que los alimentos dietéticos no necesariamente ayudan a adelgazar y hasta pueden estimular el apetito. Se destacan las investigaciones realizadas sobre los endulzantes no calóricos como el aspartame y la sacarina. Se ha demostrado que los bebedores de gaseosas dietéticas sufren  los mismos problemas de salud que los que optan por la gaseosas azucaradas, incluyendo un aumento excesivo de peso, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y derrames cerebrales (Fagherazzi, et. al. 2013).

Los endulzantes artificiales no funcionan como lo anuncian porque el cerebro no se deja engañar por el sabor dulce sin la presencia de calorías. Cuando comemos algo dulce se libera dopamina y el centro de recompensas del cerebro se activa. La hormona leptina reguladora del apetito también es liberada, lo que eventualmente informa al cerebro que está "lleno" una vez que se han consumido una cierta cantidad de calorías. Por el contrario, cuando consumimos algo dulce pero no calórico, la vía de placer del cerebro aún está activada por el sabor dulce, pero no hay nada para desactivarlo, ya que su cuerpo todavía está en espera de las calorías (Frank et. Al, 2008).

Cabe destacar que existen límites aceptables para los edulcorantes artificiales discriminados para niños y adultos (FDA). Su  consumo ilimitado muestra efectos nocivos para la salud, que incluyen desde tumores hasta parto prematuro.

Por lo antedicho se sugiere usar los alimentos dietéticos con moderación y bajo indicación dieto-terapéutica para las patologías que sean necesarios, por ejemplo el empleo de alimentos con bajo contenido en azúcares simples en diabetes u obesidad. Se torna especialmente importante observar las pautas de consumo de alimentos dietéticos en dietantes crónicos, en adolescentes y niños. En estas situaciones el abuso de alimentos dietéticos puede ser perjudicial para la salud.

Conclusiones
Se describieron los mitos y usos de los alimentos dietéticos y se cotejaron con la evidencia científica. Se concluye que los alimentos dietéticos deben ser indicados bajo prescripción y supervisión dieto-terapéutica, especialmente en dietantes crónicos, en adolescentes y niños que son las poblaciones de mayor riesgo.

Bibliografía
-Código Alimentario Nacional, Ministerio de Agricultura, Ganadería, Pesca de la Nación.
-Escudero, MB. (2009) “Conocimientos y manejo de alimentos Light en la población femenina de Curuzú, Cuatia, Corrientes, Santo Tomé Corrientes”, Instituto Universitario de Ciencias de la Salud, Fundación Barceló.
-Fagherazzi G., Vilier A., Saes Sartorelli D., Lajous M., Balkau B., Clavel-Chapelon F. (2013) “Consumption of artificially and sugar-sweetened beverages and incident type 2 diabetes in the Etude Epidemiologique aupres des femmes de la Mutuelle Generale de l’Education Nationale-European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition cohort”, Am J Clin Nutr., 97, 3, 517-23.
FDA, Food and Drug Administration, USA, http://www.fda.gov/default.htm, acceso Abril 2015.
-Frank G., Oberndorfer T.A., Simmons A.N., Paulus M.P., Fudge J.L., Yang T.T. & Kaye W.H. (2008) “Sucrose activates human taste pathways differently from artificial sweetener”, NeuroImage, 39, 4, 1559-1569.
-Freud, S. (1900)Obras completas”. Traducción José Luis Etcheverry. Buenos Aires & Madrid: Amorrortu Editores, Volumen IV. La interpretación de los sueños (I).

Autora: Dra. Valeria Matzkin 

viernes, 20 de abril de 2018

El valor de la PALABRA

Las Palabras Violadas

Julio Cortázar

Charla pronunciada en el centro cultural La Villa de Madrid en 1981

Si algo sabemos los escritores es que las palabras pueden llegar a cansarse y a enfermarse, como se cansan y se enferman los hombres o los caballos. Hay palabras que a fuerza de ser repetidas, y muchas veces mal empleadas, terminan por agotarse, por perder poco a poco su vitalidad. En vez de brotar de las bocas o de la escritura como lo que fueron alguna vez, flechas de la comunicación, pájaros del pensamiento y de la sensibilidad, las vemos o las oímos caer corno piedras opacas, empezamos a no recibir de lleno su mensaje, o a percibir solamente una faceta de su contenido, a sentirlas corno monedas gastadas, a perderlas cada vez más como signos vivos y a servirnos de ellas como pañuelos de bolsillo, como zapatos usados. Los que asistimos a reuniones como ésta sabemos que hay palabras-clave, palabras-cumbre que condensan nuestras ideas, nuestras esperanzas y nuestras decisiones, y que deberían brillar como estrellas mentales cada vez que se las pronuncia. Sabemos muy bien
cuales son esas palabras en las que se centran tantas obligaciones y tantos deseos: libertad, dignidad, derechos humanos, pueblo, justicia social, democracia, entre muchas otras. Y ahí están otra vez esta noche, aquí las estamos diciendo porque debemos decirlas, porque ellas aglutinan una inmensa carga positiva sin la cual nuestra vida tal como la entendemos no tendría el menor sentido, ni como individuos ni como pueblos. Aquí están otra vez esas palabras, las estamos diciendo, las estamos escuchando Pero en algunos de nosotros, acaso porque tenemos un contacto más obligado con el idioma que es nuestra herramienta estética de trabajo, se abre paso un sentimiento de inquietud, un temor que sería más fácil callar en el entusiasmo y la fe del momento, pero que no debe ser callado cuando se lo siente con fuerza y con la angustia con que a mí me ocurre sentirlo. Una vez más, como en tantas reuniones, coloquios, mesas redondas, tribunales y comisiones, surgen entre nosotros
palabras cuya necesaria repetición es prueba de su importancia; pero a la vez se diría que esa reiteración las está como limando, desgastando, apagando. Digo: "libertad" digo: "democracia", y de pronto siento que he dicho esas palabras sin haberme planteado una vez más su sentido más hondo, su mensaje más agudo, y siento también que muchos de los que las escuchan las están recibiendo a su vez como algo que amenaza convertirse en un estereotipo, en un clisé sobre el cual todo el mundo está de acuerdo porque ésa es la naturaleza misma del clisé y del estereotipo: anteponer un lugar común a una vivencia, una convención a una reflexión, una piedra opaca a un pájaro vivo. ¿Con qué derecho digo aquí estas cosas? Con el simple derecho de alguien que ve en el habla el punto más alto que haya escalado el hombre buscando saciar su sed de conocimiento y de comunicación, es decir, de avanzar positivamente en la historia como ente social, y de ahondar como individuo en el contacto con
sus semejantes. Sin la palabra no habría historia y tampoco habría amor; seriamos, como el resto de los animales, mera sexualidad. El habla nos une como parejas, como sociedades, como pueblos. Hablamos porque somos, pero somos porque hablamos. Y es entonces que en las encrucijadas críticas, en los enfrentamientos de la luz contra la tiniebla, de la razón contra la brutalidad, de la democracia contra el fascismo, el habla asume un valor supremo del que no siempre nos damos plena cuenta. Ese valor, que debería ser nuestra fuerza diurna frente a las acometidas de la fuerza nocturna, ese valor que nos mostraría con una máxima claridad el camino frente a los laberintos y las trampas que nos tiende el enemigo, ese valor del habla lo manejamos a veces como quien pone en marcha su automóvil o sube la escalera de su casa, mecánicamente, casi sin pensar, dándolo por sentado y por valido, descontando que la libertad es la libertad y la justicia es la justicia, así tal cual y sin más,
como el cigarrillo que ofrecemos o que nos ofrecen. Hoy, en que tanto en España como en muchos países del mundo se juega una vez más el destino de los pueblos frente al resurgimiento de las pulsiones más negativas de la especie, yo siento que no siempre hacemos el esfuerzo necesario para definirnos inequívocamente en el plano de la comunicación verbal, para sentirnos seguros de las bases profundas de nuestras convicciones y de nuestras conductas sociales y políticas. Y eso puede llevarnos en muchos casos sin conocer a fondo el terreno donde se libra la batalla y donde debemos ganarla. Seguimos dejando que esas palabras que transmiten nuestras
consignas, nuestras opciones y nuestras conductas, se desgasten y se fatiguen a fuerza de repetirse dentro de moldes avejentados, de retóricas que inflaman la pasión y la buena voluntad pero que no incitan a la reflexión creadora, al avance en profundidad de la inteligencia, a las tomas de posición que signifiquen un verdadero paso
adelante en la búsqueda de nuestro futuro. Todo esto sería acaso menos grave si frente a nosotros no estuvieran aquellos que, tanto en el plano del idioma como en el de los hechos, intentan todo lo posible para imponernos una concepción de vida, del estado, de la sociedad y del individuo basado en el desprecio elitista, en la discriminación por razones raciales y económicas, en la conquista de un poder omnímodo por todos los medios a su alcance, desde la destrucción física de pueblos enteros hasta el sojuzgamiento de aquellos grupos humanos que ellos destinan a la explotación económica y a la alienación individual. Si algo distingue al fascismo y al imperialismo como técnicas de infiltración es precisamente su empleo tendencioso del lenguaje, su manejo de servirse de los mismo conceptos que estamos utilizando aquí esta noche para alterar y viciar su sentido más profundo y proponerlos como consignas de su ideología. Palabras como patria, libertad y civilización saltan como conejos en todos sus discursos, en todos sus artículos periodísticos. Pero para ellos la patria es una plaza fuerte destinada por definición a menospreciar y a amenazar a cualquier otra patria que no esté dispuesta a marchar de su lado en el desfile de los pasos de ganso. Para ellos la libertad es su libertad, la de una minoría entronizada y todopoderosa, sostenida ciegamente por masas altamente masificadas. Para ellos la civilización es el estancamiento en un conformismo permanente, en una obediencia incondicional. Y es entonces que nuestra excesiva confianza en el valor positivo que para nosotros tienen esos términos puede colocarnos en desventaja frente a ese uso diabólico del lenguaje. Por la muy simple razón de que nuestros enemigos han mostrado sus capacidad de insinuar, de introducir paso a paso un vocabulario que se presta como ninguno al engaño, y si por nuestra parte no damos al habla su sentido más auténtico y verdadero, puede llegar el momento en que ya no se
vea con la suficiente claridad la diferencia esencial entre nuestros valores políticos y sociales y los de aquellos que presentan sus doctrinas vestidas con prendas parecidas; puede llegar el día en que el uso reiterado de las mismas palabras por unos y por otros no deje ver ya la diferencia esencial de sentido que hay en términos tales como individuo, como justicia social, corno derechos humanos, según que sean dichos por nosotros o por cualquier demagogo del imperialismo o del fascismo. Hubo un tiempo, sin embargo, en que las cosas no fueron así. Basta mirar hacia atrás en la historia para asistir al nacimiento de esas palabras en su forma más pura, para asentir su temblor matinal en los labios de tantos visionarios, de tantos filósofos, de tantos poetas. Y eso, que era expresión de utopía o de ideal en sus bocas y en sus escritos, habría de llenarse de ardiente vida cuando una primera y fabulosa convulsión popular las volvió realidad en el estallido de la Revolución Francesa. Hablar de libertad, de igualdad y de fraternidad dejó entonces de ser una abstracción del deseo para entrar de lleno en la dialéctica cotidiana de la historia vivida. Y a pesar de las contrarrevoluciones, de las traiciones profundas que habrían de encarnarse en figuras como la de Napoleón Bonaparte y de las de tantos otros, esas palabras conservaron su sabor más humano, su mensaje más acuciante que despertó a otros pueblos, que acompañó el nacimiento de las democracias y la liberación de tantos países oprimidos a lo largo del siglo XIX y la primera mitad del nuestro. Esas palabras no estaban ni enfermas ni cansadas, a pesar de que poco a poco los intereses de una burguesía egoísta y despiadada empezaba a recuperarlas para sus propios fines, que eran y son el engaño, el lavado de cerebros ingenuos o ignorantes, el espejismo de las falsas democracias como lo estamos viendo en la mayoría de los países industrializados que continúan decididos a imponer su ley y sus
métodos a la totalidad del planeta. Poco a poco esas palabras se viciaron, se enfermaron a fuerza de ser viciadas por las peores demagogias del lenguaje dominante. Y nosotros, que las amamos porque en ellas alienta nuestra verdad, nuestra esperanza y nuestra lucha, seguimos diciéndolas porque las necesitamos, porque son las que deben expresar y transmitir nuestros valores positivos, nuestras normas de vida y nuestras consignas de combate. Las decimos, si, y es necesario y hermoso que así sea; pero ¿hemos sido capaces de mirarlas de frente, de ahondar en su significado, de despojarlas de la adherencias, de falsedad, de distorsión y de superficialidad con que nos han llegado después de un itinerario histórico que muchas veces las ha entregado y las entrega a los peores usos de la propaganda y la mentira? Un ejemplo entre muchos puede mostrar la cínica deformación del lenguaje por parte de los opresores de los pueblos. A lo largo de la segunda guerra mundial, yo escuchaba
desde mi país, la Argentina, las transmisiones radiales por ondas cortas de los aliados y de los nazis. Recuerdo, con asco que el tiempo no ha hecho más que multiplicar, que las noticias difundidas por la radio de Hitler comenzaban cada vez con esta frase: Aquí Alemania, defensora de la cultura». Si, ustedes me han oído bien, sobre todo ustedes los mas jóvenes para quienes esa época es ya apenas una página en el manual de historia. Cada noche la voz repetía la misma frase: .Alemania, defensora de la cultura». La repetía mientras millones de judíos eran exterminados en los campos de concentración, la repetía mientras los teóricos hitleristas proclamaban sus teorías sobre la primacía de los arios puros y su desprecio por todo el resto de la humanidad considerada como inferior. La palabra cultura, que concentra en su infinito contenido la definición más alta del ser humano, era presentada como un valor que el hitlerismo pretendía defender con sus divisiones blindadas,
quemando libros en inmensas piras, condenando las formas más audaces y hermosas del arte moderno, masificando el pensamiento y la sensibilidad de enormes multitudes. Eso sucedía en los años cuarenta, pero la distorsión del lenguaje es todavía peor en nuestros tilas, cuando la sofisticación de los medios de comunicación la vuelve aún más eficaz y peligrosa puesto que ahora ataca los últimos umbrales de la vida individual, y debido a los canales de la televisión o las ondas radiales puede invadir y fascinar a quienes no siempre son capaces de reconocer sus verdaderas intenciones. Mi propio país, la Argentina, proporciona hoy otro ejemplo de esta colonización de la inteligencia por deformación de las palabras. En momentos en que diversas comisiones internacionales investigaban las denuncias sobre los::miles y miles de desaparecidos en el país, y daban a.. conocer informes aplastantes donde todas las formas de violación de derechos humanas aparecían probadas y documentadas; la junta militar organizó una propaganda basada en el siguiente slogan: «Los argentinos somos derechos y humanos». Así, esos dos términos indisolublemente ligados desde la Revolución Francesa y en nuestros días por la Declaración de las Naciones Unidas, fueron insidiosamente separados, y la noción de derecho pasó a tomar un sentido totalmente disociado de su significación ética, jurídica y política para convertirse en el elogio demagógico de una supuesta manera de ser de los argentinos. Véase como el mecanismo de ese sofisma se vales de las mismas palabras: como somos derechos y humanos, nadie puede pretender que hemos violado los derechos humanos. Y todo el mundo puede irse a la cama en paz. Pero acaso no haya en estos momentos una utilización mas insidiosa del habla que la utilizada por el imperialismo norteamericano para convencer a su propio pueblo y a los de sus aliados europeos de que es necesario sofocar de cualquier manera la lucha revolucionaria en El Salvador. Para
empezar se escamotea el termino «revolución«, a fin de negar el sentido esencial de la larga y dura lucha del pueblo salvadoreño por su libertad -otro término que es cuidadosamente eliminado-; todo se reduce así a lo que se califica de enfrentamientos entre grupos de ultraderecha y de ultraizquierda (estos últimos denominados siempre como «marxistas«), en medio de los cuales la junta de gobierno aparece como agente de moderación y de estabilidad que es necesario proteger a toda costa. La consecuencia de este enfoque verbal totalmente falseado tiene por objeto convencer a la población norteamericana de que frente a toda situación política inesperada como inestable en los países vecinos, el deber de los Estados Unidos es defender la democracia dentro y fuera de sus fronteras, con lo cual ya tenemos bien instalada la palabra «democracia en un contexto con el que naturalmente no tiene nada que ver. Y así podíamos seguir pasando revista al doble juego de escamoteos y de
tergiversaciones verbales que como se puede comprobar cien veces, golpea a las puertas de nuestro propio discurso político con las armas de la televisión, de la prensa y del cine, para ir generando una confusión mental progresiva, un desgaste de valores, una lenta enfermedad del habla, una fatiga contra la que no siempre luchamos como deberíamos hacerlo. ¿Pero en qué consiste ese deber? Detrás de cada palabra está presente el hombre como historia y como conciencia, y es en la naturaleza del hombre donde se hace necesario ahondar a la hora de asumir, de exponer y de defender nuestra concepción de la democracia y de la justicia social. Ese hombre que pronuncia tales palabras, ¿está bien seguro de que cuando habla de democracia abarca el conjunto de sus semejantes sin la menor restricción de tipo étnico, religioso o idiomático? Ese hombre que habla de libertad, ¿está seguro de que en su vida privada, en el terreno del matrimonio, de la sexualidad, de la paternidad o la
maternidad, está dispuesto a vivir sin privilegios atávicos, sin autoridad despótica, sin machismo y sin feminismo entendidos como recíproca sumisión de los sexos? Ese hombre que habla de derechos humanos, ¿está seguro de que sus derechos no benefician cómodamente de una cierta situación social o económica frente a otros hombres que carecen de los medios o la educación necesarios para tener conciencia de ellos y hacerlos valer? Es tiempo de decirlo: las hermosas palabras de nuestra lucha ideológica y política no se enferman y se fatigan por sí mismas, sino por el mal uso que les dan nuestros enemigos y que en muchas circunstancias les damos nosotros. Una crítica profunda de nuestra naturaleza, de nuestra manera de pensar, de sentir y de vivir, es la única posibilidad que tenemos de devolverle al habla su sentido más alto, limpiar esas palabras que tanto usamos sin acaso vivirlas desde adentro, sin practicarlas auténticamente desde adentro, sin ser responsables de cada una
de ellas desde lo más hondo de nuestro ser. Sólo así esos términos alcanzarán la fuerza que exigimos en ellos, sólo así serán nuestros y solamente nuestros. La tecnología le ha dado al hombre máquinas que lavan las ropas y la vajilla, que le devuelven el brillo y la pureza para su mejor uso. Es hora de pensar que cada uno de nosotros tiene una máquina mental de lavar, y que esa máquina es su inteligencia y su conciencia; con ella podemos y debemos lavar nuestro lenguaje político de tantas adherencias que lo debilitan. Sólo así lograremos que el futuro responda a nuestra esperanza y a nuestra acción, porque la historia es el hombre y se hace a su imagen y a su palabra.
La curiosa historia de las palabras