¿Por qué nos queremos "comer" a nuestros hijos?
De hecho, muchas veces reaccionamos de maneras contradictorias frente a emociones fuertes, como cuando lloramos de alegría o nos reímos en momentos de tensión. Y según palabras de la investigadora de Yale, Oriana Aragón, a la revista Psychological Science, esto sucede para ayudar a mantener un equilibrio emocional: "La gente se expresa de maneras contrarias a lo que sienten para intentar recuperar un equilibrio en sus emociones. Suelen producirse estas reacciones ante situaciones que nos sobrepasan de manera positiva, y actuar así nos ayuda a volver a la normalidad emocional de manera más rápida". O sea que si no controláramos así nuestras emociones, ¿qué pasaría? ... Iríamos por la vida ¿descontroladamente felices?
Otra opinión acerca del tema me la dio la psicóloga infantil y orientadora de padres Maritchu Seitún, que destacó que una de las formas de conexión más primitivas que tenemos con el mundo es la boca y explicó: "Los bebés se llevan todo a la boca, por lo que es esperable que ante el tierno amor que despierta un bebé, y ante esa sensación de indefensión y necesidad de cuidados que nos despierta, no me sorprende que se despierte también en nosotros esa forma tan antigua de conectarse y conocer a ese bebé... a través de la boca".
¿Quién hubiera dicho? Evidentemente frases tan típicas como "¡Me lo morfo!", "Ese bebé es comestible" o hasta "¡Qué delicia ese gordo!" tienen su basamento científico y psicológico y son expresiones lógicas que equilibran nuestro cerebro. ¡Menos mal! Puedo seguir pellizcando y mordisqueando tranquila los cachetes de mi niño.
Candelaria Palacios LA NACION