PERFUMEMOS LA COMIDA
El aroma juega un rol de anticipo en la ruta
del comer, explora la comida antes que la comamos, participa en el placer de
comer. Así surge la nueva oleada “gourmand” que tiende a fabricar perfumes usando notas que evocan alimentos
dulces, en una mezcla de olores y sensaciones. El olor se impregna en la piel,
se absorbe por los tejidos sin pasar por la boca. Transitamos otros sentidos,
la nariz, el olfato, el tacto. Salteamos el gusto. Nos aromatizarnos. Vivimos la
ilusión de que comemos lo olfateado. ¡Qué
frustración la del desplazar el deseo! Un baño de inmersión con gotas de vino:
pero en realidad lo que queremos es consumirlo! Cremas texturizadas de vainilla,
aunque preferimos un beso dulce con sabor humano. No deseábamos el jabón con
aroma de chocolate sino una barra de chocolate. En el lenguaje de los sentidos prima
la metáfora. ¿Obtenemos lo que realmente
necesitamos?
Escasas palabras expresan los olores, las
sensaciones se volatilizan y los describimos por asociaciones. Hay olores
frágiles y olores muy persistentes que te embriagan y no te dejan sentir otro olor.
Olor acido,
aromático, confortante, dulce, suave, podrido, fresco, limpio, frutal, rico, estimulante, fuerte, exótico…. Hay olores que los conocemos desde siempre, olores que evocan el pasado y olores nuevos que nos sorprenden. Aprendemos a identificar olores si están asociados a algo conocido familiar y cotidiano, en este caso la comida. Nos seduce el olor de una torta recién horneada o de chocolate caliente y quisiéramos retenerlo en nuestro olfato. Así nació la nueva fragancia aromática; perfume de tiramisú y chocolate, colonia de hamburguesas, talco de jamón y queso. Y sí, ¿por qué no oler como nuestra comida favorita?
Dra. Valeria Matzkin